Monday, July 24, 2006

EL ANGEL TRADICIONAL.

LOS ANGELES DE LA TRADICIÓN RELIGIOSA.
Por Waldemar Verdugo Fuentes.


(Imagen: Nuestra Señora de los Angeles)

Según la interpretación de la Revelación de la iglesia Católica, los ángeles son seres verdaderos, personalidades poderosas, y no seres fantasmales, únicamente símbolos; son expresiones de ciertas cualidades divinas. Decía el Papa Pío XI: “Acercarse a este misterio tan hermoso, fascinante y magnífico del mundo grandioso de los espíritus puros, nos revela nuevas dimensiones de la sabiduría, omnipotencia, magnificencia y amor infinito de Dios”. En el Boletín Tomista de 1965, pg. 50, se lee; “Quien declara que ya no existen los ángeles, actúa como uno que arrancase cada tercer página de la Sagrada Escritura” Dice el ex arzobispo de Toulouse, Francia, el cardenal Gabriel M. Garrone: “Muchos no quieren hablar sobre este tema por temor de encontrarse ante un conflicto de conciencia, penoso e insoluble: o se acepta con la Iglesia la existencia de estos seres misteriosos -lo que equivale a ser contado, desagradablemente, entre los anticuados-, o se declara francamente contra la existencia de los ángeles, lo cual implica oponerse a la fe de la Iglesia y al sentido claro del Evangelio. Por lo tanto a muchos les parece más practico ignorar este problema...”

La doctrina tradicional que ha dictado Juan Pablo II en sus catequesis de los miércoles, entre julio y diciembre de 1986 (extractadas de “L’ Osservatore Romano”), indican lo que entiende la iglesia Católica al respecto: “Hay la revelación que nada escapa a la eterna Sabiduría, la cual con fuerza (fortiter) y al mismo tiempo la bondad (suaviter) todo lo lleva a cumplimiento en el reino del Padre, del hijo y del Espíritu santo. La existencia de estas criaturas angelicales aparece claramente en los símbolos de la Fe: creo en un solo Dios, creador del cielo y de la tierra, de todas las cosa visibles e invisibles, esto es, entes o seres. Sabemos que el hombre goza dentro de la creación de una posición singular: gracias a su cuerpo pertenece al mundo visible mientras que, por el alma espiritual, que vivifica el cuerpo, se halla casi en el confín entre la creación visible y la invisible. A esta última según el Credo que la iglesia profesa a la luz de la Revelación, pertenecen otros seres puramente espirituales, por consiguiente, no propias del mundo visible, aunque estén presentes y actúen en él. Los Ángeles constituyen un mundo especifico, con una función propia como todos, porque todo fue creado para El, todas las cosas del cielo y de la tierra las visibles y las invisibles”.
Planteaba Juan Pablo II, uno de los hombres más respetados del siglo XX, enseñando a viva voz decía que todo lo que pertenece a la creación según la Revelación entra en el misterio de la Providencia divina. Todo lo creado Dios lo conserva y lo dirige con Su providencia, extendiéndose de un confín al otro con su fuerza y gobernando con bondad todas las cosas, porque “no hay creación que no esté expuesta a la vista de él. Todas las cosas están desnudas y manifiestas a sus ojos” (Hebreos 4, 13). La Providencia, abraza, entonces, también al mundo de los espíritus puros, que aún mas plenamente que el hombre son seres racionales y libre en tanto que están, en el orden, mas cerca de Dios. La Providencia se reconoce, ante todo, como “la amorosa sabiduría de Dios”, que también se ha manifestado al crear seres puramente espirituales, por los cuales se exprese mejor la semejanza de Dios en ellos, que superan en mucho todo lo que ha sido creado en el mundo visible junto con el hombre, también él, “imborrable imagen de Dios que es espíritu absolutamente perfecto”, reflejado sobre todo en los seres espirituales que, por naturaleza, esto es, a causa de su espiritualidad están mas cerca de El que las criaturas materiales, por constituir casi el “ambiente” mas cercano al creador. Esta ubicación angelical ha inspirado la poesía y el arte de todos los siglos, que ha buscado fuente de inspiración en esta presencia de los Ángeles como “la corte de dios”. En la perfección de su naturaleza espiritual, los Ángeles están llamados desde el principio en virtud de su inteligencia siempre predispuesta a servir, a conocer la verdad y a amar el bien que conocen en la verdad de un modo mas pleno y perfecto que cuanto le es posible al hombre, a quien, sin embargo, sirven como propósito de la obra. Este amor servicial es el acto de una voluntad libre, por lo cual también para los Ángeles la libertad significa “posibilidad de hacer una elección” a favor o en contra del Bien que ellos conocen, esto es, Dios mismo. Creando a los seres libres, Dios “quiere que en el mundo se realice aquel amor verdadero que solo es posible sobre la base de la libertad”. Así pues, la criatura constituida a imagen y semejanza de su creador puede, de la forma mas plena posible, volverse semejante a Dios, que es amor. Creando a los espíritus puros, como seres libres, Dios, en su plan perfecto, no podía no prever también la posibilidad de crecer de los Ángeles; precisamente porque la Providencia, eterna sabiduría de amar, ubica en el crecer constante el definitivo bien de todo el cosmos creado. A este respecto, se debe decir también que los espíritus puros han sido sometidos a una prueba de carácter moral, que le fue conferido a manera de don antes que al hombre, de participar en la naturaleza divina por su libre elección. Así es que a la sublime capacidad de conocimiento de los espíritus puros de Dios ofreció el misterio de su divinidad, haciéndoles así partícipes mediante la gracia de su infinita gloria.
Los ángeles en cuanto criaturas puramente espirituales se presentan a la reflexión de nuestra mente como una especial “realización de la imagen de Dios”, en cuanto a que “Dios es espíritu” (Juan 4, 24). Los ángeles son, desde este punto de vista, las criaturas más cercanas al modelo divino, porque son, justamente, criaturas espirituales, que por su función de “mediadores” en las relaciones entre dios y los hombres, pueden adquirir un cuerpo y una voz. El ángel al servicio del hombre en su calidad de “mediador”, admira en este su perfección, porque al ser mitad-espiritual, contiene ambos mundos y resume en manera perfecta la creación divina. Y también admira en el hombre esa cualidad humana de hacerse humilde, en la sabiduría que entiende que en el orgullo está la perdición. Así es como los ángeles “toman parte” en el gobierno de Dios sobre la creación, como “poderosos ejecutores de sus órdenes según el plan establecido. A los ángeles están confiados todos los reinos vivos, vegetales, minerales y animal, en que hay un particular cuidado y solicitud especial para con los hombres”.
Juntamente con la existencia verdadera, de la fe de la iglesia católica reconoce ciertos rasgos distintivos de la naturaleza de los ángeles. Su fe puramente espiritual implica ante todo su ausencia de materialidad y su inmortalidad. Los Ángeles no tienen “cuerpo” (si bien se manifiestan también bajo formas visibles a causa de su misión en favor del hombre), y, por tanto, no están sometidos a la ley de corruptibilidad que une todo el mundo material. Jesucristo mismo refiriéndose a la condición angélica, dirá que en la vida futura los resucitados “no puede morir y son semejantes a los Ángeles” (en Lucas 20,36). Entonces, en cuanto a criaturas de la naturaleza espirituales los Ángeles están dotados de inteligencia y libre voluntad, como el hombre,”pero en grado superior a él”, si bien siempre finito por el limite que es inherente a todas las criaturas. Los Ángeles son, pues seres personales y, en cuanto tales, son también ellos “imagen y semejanza” de Dios. Los libros sagrados se refieren a los Ángeles utilizando también apelativos, no solo personales, como nombres propios (Rafael, Gabriel, Miguel...), sino, además, colectivos (Ángeles del mar, del viento...), y se puede decir que, por lo que está escrito, estos seres-personas angélicas se subdividen a la medida de su perfección y a las tareas que se les confía. Esto ha inspirado a autores como Santo Tomás para profundizar las investigaciones sobre la condición, la actividad y la estatura de estas criaturas puramente espirituales, tanto por su dignidad en la escala de los seres, como porque en ellos podía profundizar mejor las capacidades y actividades propias del espíritu en el estado puro, y sacar de ellos no poca luz para iluminar los problemas de fondo que desde siempre agitan y estimulan el pensamiento humano: el conocimiento, el amor, la libertad, la docilidad a Dios, en la consecución de Su reino. En todo caso, según la Revelación, los Ángeles están llamados a tener parte en la historia del hombre, en los momentos establecidos por el designio de la Providencia, siendo su tarea inmemorial la protección de los hombres, y se reconoce esta función protectora en innumerables episodios que rescatan los libros sagrados, en que se testimonia la solicitud angélica por el hombre, y que, si se lee por si sola es dudoso no quedar fascinado, tal cual San Agustín dice en sus “Soliloquios”: Todo tiene un sentido; todo tiene un fin; todo tiene un orden y todo deja entrever una presencia-trascendencia, un pensamiento, una vida, y, finalmente, un amor; de tal modo que el universo, por lo que es y por lo que no es, se nos presenta como preparación que entusiasma y embriagadora, de algo mucho mas bello y mas perfecto”. La visión cristiana del cosmos y la función en ella de los Ángeles es, pues, triunfalmente optimista y esta visión justifica la vida en su conjunto, porque en ella se apoya uno a otro el mundo espiritual y el mundo material.
El Papa Juan Pablo II ha insistido en que el ángel orienta siempre hacia Dios, hacia Su palabra, hacia su consejo y mandamientos. De los ángeles nos vienen las buenas resoluciones, la posibilidad de probar nuestro amor y fidelidad a Dios: “De este modo, El no atiende tanto a nuestras costumbres y a nuestros gustos personales, sino que orienta nuestras miradas hacia los grandes valores de la eternidad”. Es cierto que quien no vigila sobre sí mismo con cierto rigor moral, se impone al influjo del “mysterium iniquitatis” al que San Pedro se refiere, y que se identifica también con la inquietud del corazón.
La experiencia nos enseña a distinguir “la voz del ángel”, y el primer síntoma de oírla es que, justamente, escucharla no produce ningún temor. El hombre que cree en los ángeles no es temeroso, y se hace fuerte, porque la gracia es la defensa decisiva pues asume la inocencia un aspecto de fortaleza, y en los momentos de inquietud del corazón antes las decisiones, San Pablo ha dicho el quehacer: “No te dejes vencer del mal, antes vence el mal con el bien”. En el Evangelio de Mateo (5,37), se rescatan las palabras de Jesucristo que indican que debemos simplemente “decir si cuando es si, y no cuando es no”, porque lo que digamos de mas no viene del ángel que nos cuida.
La humildad, una forma de “hambre espiritual”, es una de las maneras para disfrutar de las influencias de los espíritus buenos; así, la soberbia, entonces, es un obstáculo. Los ángeles se manifiestan como los rayos solares de Dios, pero solamente a los que los aman, los invocan y se abren a su mensaje e influencia: a mayor necesidad del hombre, mayor actuación del ángel. El contacto con estos seres angélicos da un sentimiento de seguridad. No obstante, seria muy limitado ver solamente en el ángel una función de protección y vigilancia, porque tiene, además importantes misiones: sugerir, impulsar y dar claridad cuando es oscuro, y recibe la ayuda quien la busca, quien se abre al consuelo del cielo, y la tradición testifica unánimemente la existencia y auxilio de los ángeles en nuestra vida, auque la razón natural no puede probar su existencia. Sin embargo, entonces, se sabe: “los ángeles y los hombres son de diversa naturaleza. El ángel es espíritu puro, toda su naturaleza es inmortal y de cuerpo material corruptible; por ello, podemos decir: el ángel está mas ligado a Dios-espiritual; él hombre a Dios-hijo, al verbo, el hijo del hombre, Jesucristo. El ángel no esta sujeto a cambios, mientras que el hombre nace, crece y muere por causa de su naturaleza. Aun así, ambos son imagen de Dios; ambos fueron sometidos a una prueba en que, de libre voluntad, se decidieron por Dios o contra Dios, ya que la majestad de Dios no solo es amor sino también justicia; justicia donde se juzga las actitudes que en su opción libre, ha escogido el ángel y el hombre, cada uno de acuerdo a su propia voluntad. Entonces, los ángeles y los hombres del cosmos cristianos son de diversa naturaleza, pero tienen un mismo creador: Dios, y en esto el ángel y el hombre se emparientan: ambos vienen de Dios para volver nuevamente a Dios.
En todo caso, la invocación a los ángeles es hoy practica de lo más usual; en la oración para la bendición del submarino atómico “Iranio”, en 1995, para que este fuera usado en funciones beneficiosas a la humanidad, el sacerdote rogó a Dios “que mande sus ángeles para guiarlos”. En forma parecida se formulan plegarias al iniciarse una peregrinación o un viaje: “para que los fieles en unión con los santos ángeles lleguen sin accidente a su destino.” Aun así, es obvio que la negación o afirmación de la existencia de estos seres es tema de conciencia, y también tiene que ver con el alma de la época. Ya en 1968 (discurso el 12 de junio), el Papa Paulo VI dijo: “El Predominio de las cosas materiales y de las fuerzas naturales, la preferencia de la actividad necesaria y práctica, la totalmente nueva organización de la vida basada en las innumerables posibilidades ofrecidas por la técnica, todo eso subyuga y disimula la necesidad de la fe y de la religión, y es nada menos que una forma de materialismo. A este “espíritu tecnificado” se añaden, además, dificultades sicológicas: una cierta antipatía hacia todo lo abstracto o espiritual. El hombre moderno, por lo general, recibe su sabiduría por medio de los sentidos, mas la fe exige la actuación del espíritu, a través del cual, técnicamente, es capaz de acercarse a las realidades no perceptibles por medio de los sentidos”. Mucho tiempo antes, Santo Tomás de Aquino, luego de haber escrito muchas páginas referentes al mundo angélico, confiesa:
“No seremos capaces durante esta vida de entender la esencia o naturaleza de los ángeles. Su sustancia es mil veces superior a nuestra inteligencia... Aunque sean maravillosos los descubrimientos de las ciencias naturales, también es verdad que Dios utiliza a los santos ángeles en sus intervenciones en el mundo natural. Ellos parecen ser los brazos y manos de Dios.” (“Suma Teológica”). En nuestra época, el investigador alemán Johannes Wagner dice (en “Discurso sobre los ángeles”): “...si la actualidad se aparta del mundo invisible, ello no significa ningún progreso para la humanidad. Si el hombre actual carece del conocimiento acerca de la existencia y el poder de los ángeles, no quiere decir que esta existencia y este poder se va a eliminar, por el contrario, el espíritu humano se empobrece y se debilita, se pone en grave peligro y se despoja de una poderosa ayuda al negar esta realidad. El poder de los átomos existía desde mucho tiempo antes de que el hombre empezara a descubrir sus misterios. También los ángeles con su poder existen, independientemente de si los hombres los aceptan o no.”

Hay que decir que varios eminentes papas modernos han reconocido los beneficios de la comunión con los ángeles. Pío Xl (1922-1939) reconoció públicamente que le rezaba cada día a su Ángel de la Guarda y buscaba su ayuda. Pío XII (1939-1958) declaró en una encíclica, en 1950, que uno no debía cuestionarse si los ángeles eran “seres reales o no” y que de hacer eso, esa duda minaría la doctrina de la Iglesia. Juan XXIII (1958-1963) siguió el consejo de Pío Xl y buscó el consejo del Ángel Guardián, quien, como le confió a su secretario, le inspiró el momento oportuno para convocar el Concilio Ecuménico Vaticano II, en 1962, que fue la cúspide de su reinado. En 1968, Pablo VI bendijo el Opus Sanctorum Angelorum. un movimiento destinado a renovar y a fomentar la creencia en los ángeles que apoyan a los hombres “para mayor gloria de Dios, la salvación de la Humanidad y la regeneración de toda la Creación”.


Debemos aquí anotar que también este brote de adoración a los ángeles en la vida nuestra de cada día ha producido malestar en algunos sectores de la Iglesia Católica. Uno podría pensar que este renacimiento de la figura del ángel en la conciencia del hombre de la calle a partir del siglo XX habría de caer en gracia a todas las autoridades católicas. Pero, por extraño que parezca, no ha sido así. De hecho, el mundo del clero se ha visto perturbado por la cuestión de la existencia, o mejor, por el recordatorio mismo de los ángeles. Algunos curas han llegado a sugerir que los ángeles están “fuera de contacto con la realidad” y que, por lo tanto, ponen en peligro la creencia en los evangelios. Para buena parte de ellos sería mejor para todos que desaparecieran de la liturgia, de los sermones y hasta de la conciencia pública. Algunos curas dicen que los ángeles hoy día no nos acercan más a Dios, sino que atraen el interés a su propia devoción, a expensas de la del Creador. Quienes les refutan, incluso si los ángeles representan sólo el tremendo poder de curar, de manifestar el amor, de realizar buenas obras dentro de nosotros mismos, entonces nos corresponde fomentar ese potencial. Porque aunque los ángeles no hicieran otra cosa más que enseñarnos a oír nuestra intuición y a escuchar la voz del Dios interno, deberíamos prestar oídos a sus susurros.

Así también, al margen de aceptar o no la existencia de los ángeles, esta investigación también pretende contar con qué aspecto se aparecen los ángeles según quienes le han visto, qué carácter revelan y cuál es su modo de obrar. Espero que el desarrollo de este trabajo muestre que valía la pena plantearse la cuestión.

(c) Waldemar Verdugo Fuentes.
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